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Desde su fundación en 1995, el Grupo de Investigaciones de Política Comparada, convertido en Centro (CIPCOM) en 1999, ha venido haciendo camino en el campo de la politología venezolana. Apoyándose en la vocación y el trabajo apasionado de un pequeño grupo de investigadores, asumió originalmente la enseñanza de la política como resultado de una búsqueda de conocimiento relevante para la misma.

El politólogo italiano Angelo Panebianco ha destacado recientemente el hecho de que en la investigación especializada en ciencia política encontramos tres principales grupos: 1. el de los ideográficos o empíricos, que sin preocuparse por acumular conocimientos abordan temas específicos puntuales (por ejemplo, las elecciones presidenciales de 1998 en Venezuela, la caída de Fujimori en los 90 en Perú, la implementación del Plan Colombia en el comienzo del nuevo milenio, etc.). 2. el de los teóricos , quienes orientan su trabajo hacia la acumulación de conocimientos (producción de conceptos, categorías de análisis, etc.) y 3. Los comparatistas , quienes apoyándose en las construcciones teóricas, proceden a ordenar y sistematizar la información útil que aportan los trabajos ideográficos. A este último grupo, Giovanni Sartori lo ha denominado la “aristocracia de la ciencia política” o la “élite de la politología”, que por cierto no pasa del 5% del total de politólogos investigadores (presentes en la literatura científica).

Y es que la política comparada constituye un trabajo muy exigido y exigente para quienes la practican . El trabajo comparativo requiere amplios conocimientos de historia global y regional, a fin de discernir entre lo estructural y coyuntural de la política; de teoría social y sociología, para identificar los cambios significativos y cruciales para las diversas sociedades, Estados y formas de organización de la vida política. Asimismo, las filosofías de lo político en tanto comprensiones del mundo- y la antropología cultural, con frecuencia las encontramos insertas en el trabajo de los politólogos comparatistas.

La participación en congresos internacionales, paneles de discusión y seminarios de investigación, resulta prioritaria en el desarrollo de la comparatística, en la medida en que ésta ha debido incorporarse al debate actual sobre el presente y futuro de la democracia, sobre las instituciones representativas y la constitución de la ciudadanía. En tal sentido, lo que distingue al politólogo comparatista del internacionalista no es otra cosa que la actitud frente a realidades que sólo encuentran explicación en su dimensión transnacional (que va más allá de lo nacional o de la política de las naciones.

Así, no resulta extraño para el comparatista la dimensión de los cambios en el patrón cultural, en la relación de fuerzas interna, en el surgimiento de soluciones democráticas o autoritarias de los conflictos, en todos y cada uno de los países en estudio. El “fenómeno Chávez”, por ejemplo, debe ser identificado en el contexto cambiante del fin de siglo latinoamericano. Y, si bien este fenómeno obedece a determinadas líneas de evolución política (populismo clásico, neopopulismo desmovilizador, formas plebiscitarias de democracia), resulta decisivo el hecho de que las mismas sean el resultado de la conjunción de diversos factores: un antipartidismo generalizado en la población; una creciente despolitización del ciudadano, que se refleja en los altos índices de abstención electoral; una reinvindicación militarista frente al “fracaso” del poder civil y, en fin, las expectativas de cambio e innovación provenientes de los ciudadanos electores.

El trabajo comparativo, muy reducido en nuestro medio, ha impulsado a la disciplina politológica hacia posiciones que la destacan hoy en día, conjuntamente con la economía y sociología, como la matriz teórica de la ciencia social del futuro (Informe de la Comisión Gubelkian para la reestructuración de las ciencias sociales. Véase Immanuel Wallerstein, Abrir las ciencias sociales , México, 1996). Es por ello que la investigación comparativa se ha vuelto en los años recientes más necesaria que nunca. Es el trabajo que identifica a unos 200 investigadores de punta en los Estados Unidos, unos 60 en Europa y no más de 50 en el resto del mundo.

En Venezuela, el CIPCOM de la Universidad de Los Andes es el primero y único de su tipo, que comienza a ser conocido a fines de los 90, debido principalmente a de sus publicaciones (recogidas en libros, artículos y presencia de sus investigadores en congresos, foros, conferencias y en los medios).

Si bien es cierto que la demanda de jóvenes investigadores se ha ido incrementando en los años recientes, la misma comporta unas cuantas dificultades, puesto que la formación del investigador comparativista (teórica, metodológica y técnica, a lo que se debería agregar el conocimiento de idiomas) llevaría para empezar unos cinco años después del primer título universitario (en nuestro caso, de politólogo, sociólogo o historiador).

El trabajo comparativo precisa de una vocación indeclinable por la lectura y el conocimiento en profundidad de realidades diferentes a la propia, por una parte y, por otra, de una disponibilidad del espíritu para acometer las tareas de crítica y descubrimiento. Una actitud receptiva hacia la producción foránea –en nuestros días, global - resulta imprescindible, a fin de superar el provincianismo o parroquialismo de unos cuantos analistas espontáneos e improvisados que, en los años recientes incursionan con éxito desigual en los medios de comunicación.

Como todo centro de investigación política, el nuestro es conciente de su responsabilidad social, lo que resulta relevante en la medida en que el contrabando ideológico y los particulares intereses de quienes entienden la política como la búsqueda de posiciones de poder, podrían volverlo proclive a los logros de corto plazo. Conciente de que nuestra tarea es de largo aliento, la búsqueda de una autonomía intelectual frente a los partidos y a los profesionales del juego político configura un prerrequisito para su funcionamiento.

Hoy en día, el compromiso con los valores de la democracia (libertad, tolerancia, respeto de las leyes) está presente en el arduo trabajo de pequisa y tratamiento de datos. Asimismo, la necesidad de contar con vínculos más estrechos con los pares de otros países ha promovido el trabajo en red (internet) y el acceso relativamente fácil y expedito a la producción especializada ha favorecido la integración del centro en lo que se ha dado en llamar la Academia Global.

A medida que ha ido avanzando en nuestro medio, la política comparada ha debido superar unas cuantas limitaciones locales. En primer lugar, el debate de ideas en nuestro país luce un tanto pobre dentro de un contexto dominado por la política de clientelas, populista, manipuladora de las expectativas del ciudadano común y desdeñosa de todo lo que se presente como pensamiento crítico, libre de las ataduras partidistas. Es por ello que nuestros escritos con frecuencia entran en confrontación con las doctrinas facilonas y simplistas de los poderosos de turno.

En segundo lugar, en la medida en que el financiamiento de nuestro trabajo está lejos de los grandes presupuestos, los beneficios de carácter intelectual y ¿por qué no?, el reconocimiento del mismo, recogido en citas de libros de autores que gozan de alta reputación en el campo, las reseñas críticas en revistas prestigiosas venezolanas, latinoamericanas y europeas y, en fin, el nivel de impacto de algunas de nuestras contribuciones en la discusión pública, son suficientes para continuar haciendo camino.

 

Alfredo Ramos Jiménez

Doctor en Ciencia Política por la Universidad Paris I-Sorbonne. Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas.

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Centro de Investigaciones de Política Comparada
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